viernes, 30 de marzo de 2018

CHESIL BEACH, IAN MCEWAN


Cuando estaba de un humor más realista, Edward pensaba que debía encontrar un empleo idóneo, de profesor de historia en un centro de enseñanza secundaria y asegurarse de eludir el servicio militar



Chesil Beach, Anagrama, pág 57

viernes, 16 de marzo de 2018

SOLENOIDE, MIRCEA CARTARESCU

En una de las clases me esperan cuarenta críos, pero ¿en cuál?. Casi siempre me equivoco. Abro titubeante una puerta, los alumnos en sus pupitres se vuelven hacia mí, la profesora interrumpe la serie de fracciones (si es la bella Florabela) o la lección sobre la inmovilidad de los reptiles (si es la temida Gionea) o sus tics del síndrome Torett (si me encuentro con Vintila, el profe de Geografía). ‘Perdón’, digo y cierro arrepentido la puerta con el sentimiento de alguien que ha sido, sin querer, testigo de un secreto vergonzante. Lo que tiene lugar entre los alumnos y los profesores ahí, detrás de las puertas blancas, numeradas, me ha parecido sellado siempre con un tabú tan poderoso y tan indiscutible como el de irrumpir en los baños de las señoras



Solenoide, Impedimenta, pág 56

viernes, 2 de marzo de 2018

EMPIRE FALLS, RICHARD RUSSO (I)

En un mes volverían a empezar los madrugones a las cuatro de la mañana. Los días en que se preveía nieve, Otto y los directores de las escuelas elemental y media se levantaban muy temprano para conocer los últimos detalles del parte meteorológico. A las cinco y medía tenían que haber decidido si era demasiado peligroso poner los autobuses escolares en marcha. En general, los padres querían que sus hijos fueran a la escuela, porque de lo contrario endrían que decidir qué hacían con ellos. Antes de ocuparse de tan necesarias cuestiones muchos padres preferían llamar a Otto Meyer hijo y transmitirle su impresión de que era un maldito imbécil, un gandul y un cabrón inútil que buscaba una excusa para tomarse el día libre, como si no le bastase con todo el verano. Si Otto estaba en la ducha y contestaba su mujer, se lo decían a ella. Los padres que se mostraban más airados e insultantes los días de nevada no eran generalmente los que tenían que preocuparse por faltar un día al trabajo para entretener a sus hijos. Eran más bien los mismo que inscribían a sus chavales en el programa de comida gratuita y los enviaban a la escuela mal vestidos, pero en cambio podían permitirse tener contestador automático para ahorrarse la molestia de hablar con directores y cobradores de facturas



Empire Falls, emecé lingua franca, pág 490