viernes, 24 de noviembre de 2017

EL MAGO, JOHN FOWLES

Los chicos de la clase media fabricados en serie a los que tenía que dar clase eran bastante horribles; la claustrofóbica población de provincias era una pesadilla; pero lo verdaderamente insoportable era la sala de profesores. Llegó a ser casi un alivio tener que ir a clase. La tediosa y entumecedora rutina anual de sus vidas pesaban sobre los profesores como un estigma. Y era auténtico tedio, sin relación alguna con mi ‘ennui’ de moda. Sus consecuencias eran la hipocresía, la gazmoñería y la ira impotente de los viejos que saben que han fracasado y de los jóvenes que sospechan que van a fracasar. Los directores de departamento eran como el sermón que se escucha antes de ir a la horca; algunos de ellos te producían algo parecido al vértigo, una fugaz visión del insondable pozo de la futilidad humana… o eso fue al menos lo que empecé a sentir a comienzo del segundo trimestre



El mago, Compactos Anagrama, pág 14 

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