viernes, 3 de abril de 2015

AMERICANAH, CHIMAMANDA NGOZI ADICHE (II)

En una ocasión preguntó a Dike qué había hecho en el colegio antes del verano, y el contestó: “Círculos”. Los niños se sentaban en el suelo en círculo y compartían sus cosas preferidas.
Ella se horrorizó
-          ¿Sabes hacer divisiones?
Dike la miró con cara de extrañeza-
-          Aún estoy en primero, prima
-          Yo a tu edad ya sabía hacer divisiones sencillas

Arraigó en su cabeza la convicción de que los niños estadounidenses no aprendían nada en primaria, y se afianzó más aún cuando él le contó  que su maestra a veces repartía vales, si un niño recibía un vale de deberes, podía saltarse los deberes un día. Círculos, vales de deberes, ¿cuál sería la siguiente estupidez? Comenzó, pues, a enseñarle matemáticas; ella lo llamaba “mates” y él “mate”, así que acordaron no abreviar la palabra. Años después ella no podría acordarse de ese verano sin pensar en las divisiones largas, en Dike, confuso, con la frente arrugada, sentados uno al lado del otro a la mesa del comedor, en la volubilidad de ella, que pasaba de sobornarlo a gritarle. Vale, inténtalo una vez más y podrás tomarte un helado. No irás a jugar hasta que te salga bien. Más adelante, cuando él era mayor, contaba que tenía facilidad para las matemáticas gracias a ese verano de penitencia. “Querrás decir verano de ciencia”, replicaba ella en lo que se convirtió una broma familiar a la que, como la comida casera, recurrían de vez en cuando


Americanah, Mondadori Adiche, pág 150

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