viernes, 20 de septiembre de 2013

CONFESIONES DE UN BURGUÉS, SÁNDOR MÁRAI (I)

Mi madre se había preparado para ser maestra. Cuando conoció a mi padre ya había terminado los estudios de Magisterio y estuvo enseñando durante unos años antes de casarse. Era una educadora de primera categoría. Sus sorprendentes asociaciones de ideas, su magnífico sentido del humor, el frescor de su alma, su infantilismo casi genial, que logró conservar durante toda la vida, despertaban simpatía y confianza en sus hijos. Nosotros sentíamos que nuestra madre no era uno de esos adultos que ‘se sientan a jugar con los niños’, sino que jugaba de verdad, se emocionaba igual que nosotros y en realidad nunca se retiraba del todo de la habitación de los niños…
Confesiones de un burgués, Salamandra, pág 153

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